Los secretos de las bestias.
Les secrets des bestes, Frédéric Mistral (1830-1914)
Les secrets des bestes, Frédéric Mistral (1830-1914)
Al investigar en la biblioteca de Carpentras le eché el ojo a un manuscrito muy antiguo, posiblemente de la primera mitad del siglo XVI, donde encontré una serie de historias bastante curiosas.
¿De dónde proviene esta colección, claramente inédita? Probablemente de los fondos de Peyresc, que contribuyeron a enriquecer la biblioteca Inguimbertine (el nombre de la famosa biblioteca de Carpentras). Entre los cuentos y fábulas del manuscrito hay una en particular que parece refierir al célebre Vino de Coca.
Esta es la fábula de la Coca, titulada: Los secretos de las bestias.
Cierta vez, un joven leñador fue a cortar madera en el bosque cuando escuchó, a la distancia, un gran estruendo de ramas, que daba cuenta de que una bestia descomunal había abierto un camino entre los matorrales.
El joven, asustado, se escondió en un árbol hueco que se encontraba cerca del borde de un estanque. De repente, uno tras otro, apareció un león, un leopardo y un monstruo llamado cocodrilo. Sin embargo, este estanque era el lugar donde, al parecer, estos animales iban a beber a diario y, después de beber, conversar entre sí, confiando en que conocían los secretos de la Naturaleza.
El león dijo:
-Si, en Madrid había una clara fuente, inagotable, que ya no existe. No sufrían sed, como lo hacen este año, por la extraordinaria sequía que prevalece. Y, sin embargo, ¡si supieran! En la Plaza Mayor hay una gran piedra que ocupa el centro. Bien podrían limitarse a levantarla y de allí brotaría una maravillosa fuente, ¡la suficiente para saciar a Madrid y Castilla!
- ¡Oh Dios, si lo supieran! -dijo el leopardo- La Reina de España, que está en cama desde hace nueve años, y que come y bebe como una persona de perfecta salud, languidece, sin embargo, y se consume hasta el punto de dar la impresión que ya no tiene una gota de sangre en las venas. No obstante, se curaría de sólo mirar debajo de su cama y, levantando una baldosa, verificar la causa de su mal, la causa de su terrible declive.
Y el cocodrilo dijo a su vez:
-Y la princesa, esta dama hermosa y desafortunada cuyo estómago no soporta la digestión, de modo que sólo se nutre con caldos, ¿crees que ella no mejoraría pronto si bebe algo de aquel elixir tan popular en el Perú, llamado Coca, y del cual supe durante un viaje que hice a las Américas?
Tras estas confidencias, los tres animales volvieron a la espesura. Pero nuestro leñador, que no era tonto, inmediatamente regresó a su casa, tomó su cartera y se fue de viaje a España. Al llegar a Madrid, se fue a caminar por la Plaza Mayor y se mezcló con los grupos que tomaban aire bajo las arcadas de la plaza. Precisamente, esta pobre gente discutía y se quejaba de la escasez de agua que asolaba al país.
El leñador les dijo:
-¡Que se me otorguen cien mil reales y yo, señores, les daré una fuente de agua que inundará Madrid!
Inmediatamente, el joven fue llevado al Palacio, donde reiteró su oferta.
-Usted tiene cien mil reales, dijo el Rey de España, si es capaz de cumplir su promesa. Pero, cuidado, si usted miente, recibirá en cambio cien latigazos.
-Muy bien -dijo el leñador-. Mi Señor, si usted quiere agua debe quitar la piedra que se ha quedado atascado en el centro de la plaza.
El rey mandó a levantar el bloque, y una fuente fabulosa surgió al instante de la tierra, tan fuerte y abundante que por las callejas y avenidas corrían alegres arroyos. La ciudad entera celebraba.
La gente bebía a dos manos, y el rey, muy contento, le otorgó al leñador el dinero prometido, y agregó con un suspiro:
-Quisiera que esta real gratificación pueda ayudar a mi querida esposa, que yace en cama.
-Señor -respondió el joven-, nada es más fácil para mí. A cambio de su cura me gustaría ostentar el título de Grande de España.
- Rápido -dijo el rey- ¡A salvar a la reina!.
Fueron hasta la cámara real. El leñador se lanzó debajo de la cama de la reina, y le dijo:
-Quiten esa baldosa.
La baldosa fue quitada y, ¡horror! Debajo aparece un sapo enorme. Era él quien, invisible, bebía la sangre de la reina.
El vampiro fue perforado con un golpe de alabarda. En pocos días, la reina vuelvía a la vida, y el joven se hizo Grande de España.
Entonces el rey dijo:
- ¡Amigo, eres verdaderamente un hombre maravilloso! Pero pondría el broche de oro a mi felicidad si sabes de algún remedio para restaurar el estómago de nuestra pobre princesa, que no puede soportar cualquier cosa excepto caldos.
-Señor, yo conozco muy bien el remedio para curar a la Infanta, dijo el joven, pero deberás pagar un gran precio.
-Dí el precio que quieras y te lo daré, dijo el rey..
-¡Bien! dijo el leñador, quiero casarme con ella.
-Sana a mi hija, y lo harás ... Rápido, ¿qué debemos hacer?
-Señor, que el Perú envíe una de sus carabelas trayendo un elixir llamado Vino de Coca.
Dicho y hecho. Enviaron por el preciado líquido en el Perú. La princesa, tras beberlo, lo encontró exquisito y su apetito regresó poco tiempo después.
El relato culmina con el rey tendiéndole la mano al leñador feliz, que, una vez casado, le contó a la Infanta que había tomado los secretos de las bestias, y en la memoria de la Coca, el lagarto anfibio había sido bautizado como Cocadrille (palabra en parte peruana, que significa: Coca; y en parte francés antiguo: Drille, perforador), y que más tarde, corruptamente, se transformó en "cocodrilo".
Frédéric Mistral (1830-1914)
No hay comentarios:
Publicar un comentario